LOCURA
Y de nuevo vuelves a sentir esa
impotencia y todos tus esfuerzos se vuelven inútiles, porque olvidas y
recuerdas a base de golpes que un corazón y una mano jamás ganarán la batalla a
ese par infernal reiterado que va destruyendo lo poco que te queda de cordura.
A pesar de tu lucha incansable por lograr lo que sabes que no está a tu
alcance, te levantas una y otra vez, sin importar el sudor que te gotea por la
cara ni los arañazos que se dibujan mal trazados en tus brazos. Y no te atreves
a admitir que es imposible, pero a veces las rodillas simplemente no son
capaces de sostenerte más. Esta amarga situación te arranca lágrimas de
desesperación e ideas de abandono difíciles de despachar que te inundan y te
ahogan, robándote el aire y la esperanza hasta que ya no queda nada y tu mirada
se vacía, falta de luz y sentimientos.
Ni siquiera te quedan fuerzas para
gritar “¡Expecto Patronum!” a ese par de dementores que te acosan imparables
porque no recuerdas ningún pensamiento alegre; igual que Peter Pan cuando se
olvidó de volar.
Y sucumbes sin remedio, una y otra vez,
ante el poder que ejerce tu mayor enemigo, al que nunca has visto, ni verás,
pero en cuyo camino siempre te cruzas por más que intentes escapar de él.
Yo lo llamo virus, pero hay quien lo
conoce como sistema binario.
Aer
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