domingo, 12 de noviembre de 2017

Ciclón

CICLÓN

El viento sacudía las ventanas con fuerza. Era una noche de estío lóbrega y fría, la luz de la luna llena se ocultaba tras unos nimbos oscuros, atenazantes que prometían un buen escarmiento a la sequía. En el cielo, la tormenta había comenzado, y únicamente sus rayos desgarraban las cosidas nubes que sumían el pueblo en un pesar temeroso e inquietante. La madrugada se alzaba en toda su tiranía.
En aquella casa, las ventanas temblaban, aporreadas sin piedad por un vendaval furioso; las paredes se tambaleaban, inseguras, como si en cualquier momento fueran a venirse abajo. El silencio gemía ante la fiereza ciega de un ciclón que no hallaba fría su venganza y buscaba con desespero introducirse en el alma de los durmientes para desgarrarla desde su inconsciencia. Bajo las sábanas, una niña tenía sus ojos insomnes, mirando sin ver, aterrados, la oscuridad que encerraba su manto de lino. Sus oídos escuchaban lo que el viento le decía, más allá del cristal, y, en contra de su voluntad, sucumbía al influjo de sus palabras descompuestas, dejando que su incesante rugido penetrase en su corazón.
A los pocos minutos, la casa estalló en millares de astillas, y sus cimientos se desplomaron, enterrando consigo los sueños desmoronados de una niña despierta.

Aer

martes, 20 de junio de 2017

¿Por qué tienen miedo?

¿POR QUÉ TIENEN MIEDO?

¿Por qué tienen miedo?, me pregunto. Por qué tienen miedo.
Sus mentes no pueden ser tan retorcidas; sus corazones no pueden ser tan malvados. Pequeños, insignificantes asesinos; no pueden tener tal falta de piedad, ni ser tan inhumanos...
Debe de haber algo, en esos cuerpecillos flexibles, que induzca a sus miembros a actuar de una manera tan imprevisible. Solo puedo presumir la causa de tan negro resultado.
En el momento en que el estímulo visual es captado por los sentidos, las conexiones nerviosas que recorren el cuerpo envían la información a la máxima velocidad. Y no solo la alcanzan: la superan. De esta manera, esos contactos empiezan a resquebrajarse, a debilitarse, a desengranarse, exactamente como el mecanismo interno de un reloj a demasiada potencia. Así, la información no consigue llegar al cerebro, no se procesa una vez es captada. Las reacciones que se producen a continuación son fruto de un fallo sináptico, un desmoronamiento de los nervios producido por un miedo incontrolable.
¿Por qué tienen miedo?, me pregunto. Solo es un pobre escarabajo; en ningún momento pensó en hacerles daño. Ya nunca sabrá si hizo algún mal, si fue su patética existencia lo que lo mató o el hecho de ser francamente feo.

Aer

sábado, 25 de marzo de 2017

Cautiva

CAUTIVA

Parecía que todo iba a cambiar. Por fin, después de tres meses, era el momento. Nadie habría sospechado nunca que esto iba a ocurrir precisamente ahora.
El día amaneció gris; pero cuándo no amanece gris un día. Hacía un frío de mil demonios, y el viento, gélido, calaba hasta el tuétano de los huesos. Era una situación poco usual para esa época del año, y, sin embargo, parecía evidente que algo así tenía que suceder, tarde o temprano.
Aunque los indicios eran claros, nadie lo esperaba. En la clase, el contraste con el exterior era casi palpable; el calor bochornoso conseguía que olvidaras hasta dónde te encontrabas, qué día era e incluso el argumento del poema que debíamos analizar. Las palabras del profesor, las de los alumnos que participaban, estoicos ante la apatía, se volvían difusas. Mis pensamientos se hallaban en cualquier lugar menos en La cautiva, mi mirada se perdió allende la ventana, se volvió borrosa, y un punto lejano me hipnotizó hasta que dejé de ser consciente de quién era.
Fue solo un susurro, apenas un suspiro. A mi lado, alguien había disparado la detonación. La voz se extendió como la pólvora entre mis compañeros y de pronto todos se volvieron sordos; todos, hipnotizados, miraban justo lo que yo estaba mirando y no veía, lo más extraño, lo más irreal, lo más intangible que puedas imaginar en esta ciudad. Todos, en silencio, helados ante aquel espectáculo primaveral, dijeron a una:
¡Está nevando!
Aer

jueves, 23 de marzo de 2017

Preludio

PRELUDIO

Navegando por la superficie de unas aguas tranquilas, sientes el viento acariciarte dulcemente, con tanta suavidad que apenas lo percibes. Cierras los ojos y te abandonas a esa sensación, a la vez cálida y adormecedora. Notas el vaivén de tu cuerpo, lo mueves al compás de una música inexistente. Unos lazos invisibles te abrazan por detrás, te mecen, te arrastran… y entonces ya es tarde: flotas en un abismo de oscuridad y silencio; tus pensamientos se han apagado, engullidos por las aguas del sueño.

Aer